Soñamos con un mundo donde la bondad tenga visibilidad,
donde los gestos silenciosos importen tanto como los grandes logros.
Un mundo más humano, más agradecido,
en el que reconocer al otro sea una forma de avanzar.
Soñamos con una sociedad que valore la generosidad anónima,
que entienda que el bien también puede ser contagioso
y que dar las gracias —a quienes nunca las piden—
es, quizá, el mayor desafío de todos.
Soñamos con llegar a más.
Soñamos con personas que se adhieren a nuestra mirada y aportan su visión, su potencial, sus recursos y sus posibilidades.
Soñamos con cambiar el mundo de nuestra baldosa.

